jueves, 29 de enero de 2015

Ishi y El hombre del agujero: los últimos de su tribu.

 

Ishi y El hombre del agujero: los últimos de su tribu.


ISHI

"Aquí no queda ninguna presencia de espíritus. Soy el último del Pueblo, cuando haya desaparecido, será como si nunca hubiésemos existido."

























Ishi fue un indio Yahi, nacido alrededor de 1860. Los Yahi formaban parte de un grupo tribal más grande llamado Yana. Esta tribu vivía en los valles montañosos del norte californiano a placer, pero la fiebre del oro desató el arribo descontrolado de miles de personas en busca de la “América dorada” en 1848. Como la zona aurífera coincidía con su hábitat, los yana se vieron forzados a moverse de su antiguo territorio. 

“El Gran Valle es más grande que la mayor de las praderas. No uno, sino muchos ríos atraviesan trazando vueltas y curvas. Las encinas crecen altas y cargadas de bellotas. ¡Y las hierbas cubren la tierra! En un tiempo, el pueblo del valle y los ciervos del valle engordaban aquí y había gran cantidad de ellos. Ahora engordan los sàldu (hombre blanco) y sus vacas. ¡Muchos sàldu!, están en todas partes... ¡demasiados sàldu!” 

Ocasionalmente hubo encontronazos con la gente blanca lo que llevó a organizar matanzas descontroladas. La más famosa de ellas fue la masacre de Three Knolls en 1865 y luego le sucedieron otras en 1866, 1867 y 1868 que lograron dejar con vida sólo a 30 yanas. Asustados de la presencia de los hostiles colonizadores, se retiraron hacia lo más profundo de los cañones y cuevas de Deer Creek, para no tener contacto nunca más con la civilización. Entre ese grupo se encontraba el jovencito Ishi. Los años pasaron y fueron quedando sólo Ishi y su familia pero, en 1908, tras el descubrimiento por una expedición de técnicos de una presa hidroeléctrica de su último escondite, no quedó más que uno: Ishi.





























Los siguientes tres años los pasó deambulando y evitando el contacto humano. Finalmente, hambriento y ya sin poder juntar su comida por depredación de su hábitat se entrega en 1911 al “mundo de los saldu”. en la ciudad de Oroville, en la parte Norte de California. El sheriff no sabía qué hacer con Ishi, y lo metieron en una celda de la cárcel. 

Ishi no tenían forma de comunicarse con la gente del pueblo porque sólo hablaban la lengua Yahi, hasta que el antropólogo T. T. Waterman llegó a Oroville con una lista de algunas palabras Yana. Sam Batwi, de la tribu Yana, llegó a ser un intérprete para Ishi, aunque los dos hombres hablaban diferentes dialectos. Finalmente, Waterman llevó a Ishi al Museo de Antropología en San Francisco, donde vivió el resto de su vida. 

La vida en San Francisco fue muy diferente de cualquier cosa que Ishi había imaginado. En su tierra Deer Creek, Ishi nunca vio más de 30 o 40 personas al mismo tiempo. En San Francisco, Ishi estaba más sorprendido por la gran multitud de personas en la playa que por el mar, que lo veía por primera vez. Cuando Ishi fue a su primera obra de teatro musical en un teatro de San Francisco, estaba tan sorprendido por el tamaño de la audiencia que sólo miraba a la gente más que a la obra.





“Ahora lo sé: no hay nada que esté mal en los pies de los sáldu. Lo que está mal es lo que vosotros llamais zapatos. ¿Cómo sabes por dónde andas cuando tus pies no tocan la tierra?"






 















































En el museo, ayudó a preservar el idioma, las canciones, las historias (podía estar seis horas seguidas contando una historia) y habilidades de su gente para que otros pudieran recordar y aprender sobre la forma de vida de los Yahi.

Ishi murió de tuberculosis en 1916.


Una vez que aprendió inglés le preguntaron cual era su nombre. Él respondió Ishi, que en su lengua significa hombre. Nunca quiso decir su verdadero nombre. Cuando le preguntaron por qué, el respondió “No tengo ninguno, porque no hay gente para nombrarlo”


De todas formas, esto pasó hace mucho tiempo.

Hoy, sigue ocurriendo lo mismo.





EL HOMBRE AGUJERO.




Es el último eslabón de no se sabe quiénes. No conocemos su identidad, ni su nombre, ni la nación a la que pertenece, porque ya no tiene un pueblo al que pertenecer. Él solo es su pueblo y sólo es de la selva. 


La antropóloga Fiona Watson, Directora de Investigación de Survival, había viajado a Rondonia (el estado de la Amazonia brasileña cuyo nombre hace honor al General Rondón, aquel militar que puso, entre los primeros, su interés en salvaguardar las vidas y los derechos de los indígenas amazónicos) para conocer a los Akuntsu.



Los Akuntsu le ganan al Hombre del Agujero por cinco, cinco sobrevivientes de una etnia que fueron contactados no hace mucho tiempo. 





La antropóloga, mientras estaba ocupada en ponerse al tanto de la realidad de los Akuntsu, supo de la existencia de un indígena solitario que no aceptaba entrar en contacto. 


Agentes de campo se desplazaron hasta la zona del avistamiento, y encontraron una pequeña choza con un extraño hoyo en el centro. La búsqueda continuó, y encontraron más chozas, pero fuera quien fuese quien las construía, se esfumaba una y otra vez. Finalmente lo localizaron; se trataba de un hombre de treinta y tantos (que ahora debe rondar el medio siglo), que se movía desnudo y con un arco y flechas a la espalda. Uno de los agentes federales se acercó demasiado y recibió una muestra de hospitalidad: una flecha en el pecho. 






























Investigaciones posteriores hallaron los restos de una docena larga de chozas con el mismo tipo de hoyo en su interior; catorce en total. De esos restos y del estado en general de lo que parecía ser un poblado, los investigadores dedujeron lo sucedido: a principios de 1996 toda la tribu del hombre solitario fue asesinada para quedarse con sus tierras. La constitución brasileña garantiza a los pueblos indígenas la posesión de las tierras que ocupan de manera tradicional, por lo que, cuando la industria maderera o colonos sin escrúpulos encuentran alguna tribu, simplemente la exterminan. Una auténtica tragedia que por lo visto es el pan nuestro de cada día en la Amazonia brasileña.

El Hombre del Agujero como lo conoce la gente de FUNAI (la Fundación Nacional del Indígena) vive en Tanarú, unos 40 kilómetros al noroeste de los Akuntsu. Para proteger la seguridad del indio, el gobierno decretó una zona de exclusión de 31 kilómetros cuadrados alrededor de su supuesta localización; lo que no gustó en absoluto a los madereros. Cada dos o tres años esa Restricción de Uso debe ser renovada y así lo cumplió la FUNAI en la fecha correspondiente, 27 de octubre de 2009. Apenas se firmó la renovación, el Hombre del Agujero fue atacado.

 



Una única imagen existe del Hombre del Agujero. La tomó el cineasta Vincent Carelli mientras filmaba Corumbiara, un documental sobre las masacres perpetradas en la Amazonia. En un intento de contactarlo, se intuye entre el follaje la sombra de su rostro. La cámara se acerca velozmente para mostrar la cara morena que apenas se deja ver por un hueco entre las hojas, sin sobrepasar el límite del follaje. En cualquier caso, son ya quince años de aislamiento total; y no parece posible que aguante mucho más. Cuando el indio solitario muera, su cultura, su tribu entera, habrá muerto con él.




"Mi mayor temor es que si nos dejamos llevar hacia esta cultura única, mundial, genérica y amorfa, no sólo se reducirá el rango de la imaginación humana, a un modo de pensar estrecho, sino que un día nos despertaremos como de un sueño habiendo olvidado incluso que existieron otras posibilidades" 
Margaret Mead, antropóloga.



Casa y Jardín del "Hombre del Agujero" donde cultiva
mandioca y otros vegetales

Imagina que vives completamente solo, en silencio total, siempre huyendo, siempre con miedo, invisible para el mundo. Así es el día a día de un hombre solitario en la Amazonia. Es el único superviviente de su tribu. No sabemos quién es, el nombre de su pueblo o qué lengua habla. Probablemente, su gente fue masacrada por los ganaderos que están invadiendo la región a toda máquina.

Caminar a través del pequeño pedazo de bosque en el que vive es sobrecogedor. Su presencia se percibe en todas partes y siento que vigila cada uno de nuestros movimientos. Mario y Pedro, nuestros guías indígenas, señalan uno de sus refugios de caza, hecho de hojas, y una palmera que ha talado para extraer el corazón de la planta.


 
 
Se lo conoce simplemente como “el hombre del agujero” por los enormes hoyos que cava, ya sea para atrapar animales o para esconderse en ellos. Aquí se ve el agujero (de casi dos metros de profundidad) en una pequeña maloca (casa) de paja que abandonó. Si te acercas demasiado, disparará una flecha como advertencia. El año pasado alcanzó a Tunio, que trabaja para FUNAI, el Departamento de Asuntos Indígenas de Brasil. Afortunadamente, Tunio se recuperó pronto. Entrar en la casa de alguien sin haber sido invitado da la sensación de estar cometiendo allanamiento de morada. Encontramos puntas de flecha talladas, calabazas para almacenar agua, nueces secas y una antorcha que ha hecho con resina. Su huerto está lleno de verduras, paw paw, mandioca y maíz. Probablemente venga por la noche, de incógnito, para recolectar la fruta cuando está madura. Debe haberle llevado días talar los árboles, él solo, para hacer hueco.



 
Pero nosotros no somos intrusos voyeurs: hay un motivo serio para nuestra visita. FUNAI quiere averiguar si sigue con vida, y si es posible establecer contacto amistoso, porque temen por su seguridad. Algunos de los ganaderos tienen la vista puesta en esta tierra y hay muchos pistoleros de gatillo fácil que no tendrían ningún problema en deshacerse de él a cambio del precio de una noche de fiesta en la ciudad. Por algo los brasileños llaman al Rondonia el estado “bang-bang”.
 



Estoy aquí porque quiero contar esta historia como parte de la campaña “Indígenas aislados” (link to:http://www.survival.es/aislados) de Survival, para defender los derechos de todos los pueblos indígenas no contactados del mundo.



Algunos meses después de mi visita recibo una buena noticia, ¡algo raro!:FUNAI ha decidido no contactar al “Hombre del agujero”, sino ampliar su minúsculo territorio en 3.000 hectáreas para darle más espacio y que tenga más animales que cazar. Espero que ahora tenga la oportunidad de vivir el resto de sus días en paz.


 

ORIGEN DE LAS PUNTAS DE FLECHA


En los yacimientos prehistóricos de mayor antigüedad se han encontrado numerosas puntas de flecha de pedernal hábilmente talladas. Ya en estos primeros ejemplares aparece la punta de flecha con forma triangular, que se ha conservado desde entonces. El uso del arco parece remontarse en Europa a una época muy lejana, a la del Edad del Reno. En alguna estación lacustre se han encontrado restos de arcos de madera pertenecientes a la época neolítica.

 

Los tipos de flechas prehistóricas son muy numerosos: unos tienen la forma de almendra, otros la forma de hoja de laurel o de olivo, otras son triangulares o romboidales. En su base suelen presentar un semicírculo o bien dos puntas. Algunas de estas puntas de pedernal o cristal de roca se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de España.


Los egipcios, que, como es sabido, eran excelentes arqueros, usaban flechas con el asta de madera y la punta de bronce, generalmente de forma triangular. Para la caza, se servían de flechas con puntas de madera o de pequeños dardos con triple punta de pedernal sujeta al asta por medio de un mástil negro. Las flechas egipcias tenían, por el lado opuesto, tres plumas para estabilizar el movimiento del arma durante el vuelo. En los monumentos que se conservan se presenta a los guerreros provistos de carcajes ricamente decorados. Los carros de guerra llevan siempre al costado un carcaj.

Según se puede apreciar en los bajorrelieves asirios, las flechas orientales eran del mismo tipo que las egipcias. La punta en forma de hoja de laurel debía ser de bronce, el asta es bastante larga y lleva sujetas al extremo unas plumas. Los arqueros llevan revestido el antebrazo de una especie de manguito, que debía ser de cuero, para evitar el roce de la cuerda. También nos informa Heródoto que los antiguos orientales, en especial los partos, eran muy hábiles en el manejo de la flecha. También parece que era un arma terrible en manos de los etíopes, que no llevaban carcaj, sino que colocaban las flechas sobre una especie de casquete con que se cubrían la cabeza. Los escitas y los númidas tenían la habilidad de lanzar sus flechas indistintamente con la mano derecha o la izquierda.

Los griegos no fueron tan buenos tiradores de flechas como los orientales. Sin embargo, debieron copiar de éstos el arma. La flecha griega medía unos 60 cm, el asta era de madera muy ligera y la punta metálica, simple o barbada, generalmente trilobulada. El apéndice de las plumas era idéntico al de los orientales. El carcaj griego contenía de 12 a 20 flechas y lo llevaban al costado izquierdo, guardando también en él algunas veces el arco. Los tiradores griegos acostumbraban a hincar en tierra una rodilla, tal y como lo atestiguan los monumentos que conocemos, y entre ellos el frontón del templo de Egina. Los cretenses tenían fama de diestros en el manejo del arco desde los tiempos de Homero, y en una época bastante avanzada de la Historia constituyeron un cuerpo especial del ejército griego.
Los germanos no parece que utilizaran la flecha más que para la caza. Sin embargo, los celtas y galos la emplearon como un arma de guerra. Los hunos usaban unas flechas de cuero indistintamente para la caza o para la guerra.
En cuanto a la Edad Media, los monumentos que conocemos sirven de testimonio del uso de la flecha como arma de primera importancia entre la infantería de los primeros tiempos. Sabemos que por el siglo XII el arquero llevaba dos carcajes de cuero: uno para las flechas y otro para el arco. Los hierros de las flechas eran semejantes a los de las saetas de las ballestas; es decir, que tenían dos, tres y hasta cuatro puntas y rara vez barbadas como en la antigüedad. En cuanto a la longitud del asta, guardaba relación con la mayor o menor rigidez del arco, así como la estatura del arquero.
Los afamados arqueros ingleses, que se decía tiraban 12 flechas en un minuto hasta 220 m de distancia, llevaban un arco de su misma estatura y flechas de 90 cm de longitud.

Hasta el siglo XIV parece que los hierros de las flechas usados en Francia ofrecían en su base una parte hueca para sujetarlos al asta, y desde esa época el hierro se hizo más estrecho y ofrecía cuatro puntas caídas. La aparición de las armas de fuego desterró por completo en Europa el empleo de la flecha.



En América, Asia, África y Oceanía, la flecha se usó desde tiempos muy antiguos y todavía se utiliza por algunas tribus. Las flechas envenenadas con jugo de plantas o venenos de animal han servido de arma de guerra en América, India y a lo largo de las costas desde Arabia hasta China.



Una punta de flecha es una punta, por lo general afilada, sumada a una flecha para que su uso sea más mortífero o para cumplir algún propósito especial. Históricamente, las puntas de flecha eran de piedra y de materiales orgánicos; conforme la civilización humana avanzaba otros materiales fueron utilizados. Las puntas de flecha son importantes piezas arqueológicas y una subclase de punta lítica.


En la edad de piedra, la gente usaba huesos afilados, piedras talladas, escamas (lascas) y trozos de roca como armas y herramientas. Tales artículos se mantuvieron en uso a lo largo de la civilización humana, junto con los nuevos materiales utilizados con el paso del tiempo. 


Como artefactos arqueológicos tales objetos son clasificados como puntas líticas, sin especificar si eran para ser proyectadas por un arco o por otros medios de lanzamiento.
Tales artefactos se pueden encontrar en todo el mundo. Las que han sobrevivido están hechas, generalmente, de piedra, sobre todo de sílex, obsidiana o chaillé, pero en muchas excavaciones se encuentran puntas de flecha de hueso, madera y metal.

 

En agosto de 2010, un informe sobre las puntas líticas de piedra, que datan de hace 64 000 años, excavadas de las capas de sedimentos antiguos en Sibudu Cave, Sudáfrica, por un equipo de científicos de la Universidad de Witwatersrand, fue publicado. Los exámenes dirigidos por un equipo de la Universidad de Johannesburgo encontraron rastros de residuos de sangre y hueso, y adhesivo hecho de una resina a base de plantas usado para sujetar la punta a una varilla de madera. Esto indicó "el comportamiento exigente cognitivo" necesario para fabricar pegamento.
 

"La caza con arco y flecha requiere múltiples etapas complejas de planificación, recolección de material, herramienta de preparación e implica una serie de innovadoras habilidades sociales y comunicativas".


Diseño

La punta de flecha se une al eje (astil) de la flecha para ser disparada con un arco; el mismo tipo de puntas líticas pueden estar unidos a las lanzas y ser arrojadas por medio de un átlatl (lanzadardos).

 

La punta de flecha o punta lítica es la parte funcional primaria de la flecha, y juega el papel más importante en la determinación de su propósito. Algunas flechas simplemente utilizan una punta afilada del mismo astil, pero es mucho más común separar las puntas de flecha hechas, por lo general, de metal, cuerno, o algún otro material duro.


Las puntas de flecha pueden estar unidas al astil con una tapa, una espiga a zócalos, o insertarse en una ranura del astil y mantenerse fija mediante un proceso llamado enmangamiento.




 
 

ARTESANIAS LITICAS DE SUDCALIFORNIA

ARTESANO CASIMIRO GARDEA OROZCO
La cultura de los pueblos que habitaron la península siempre ha causado un gran interés para los antropólogos y arqueólogos, también ha despertado el interés de la sociedad  que busca conocer y comprender el cómo vivían y concebían su espacio geográfico.

Gracias a los escritos de los misioneros Jesuitas y Dominicos principalmente, nos ha llegado información acerca de su modo de vestir, alimentación y algunas de sus costumbres, aunque hay que señalar siempre con el sesgo característico de una cultura totalmente diferente. Fue en los últimos dos siglos (1800-2000) principalmente, cuando los investigaciones y reflexiones acerca de las culturas indígenas que habitaron la península dieron como resultado un mayor interés de la población por conocer y comprender de una manera más objetiva, estas culturas que lograron con el paso de los siglos adaptarse a un medio hostil.


Esta fascinación despertada ante el hallazgo de algunas puntas de flecha en 1977 en sus paseos por las cercanías de la ciudad de La Paz, especialmente durante sus caminatas por la playa El Conchalito, hace ya más de 35 años motivo en Casimiro Gardea Orozco, nacido en la Cd. de Chihuahua, Chih. Y avecindado en esta ciudad desde 1975, siendo sobreviviente del Ciclón Liza en 1976, por esta causa estando el internado en La ciudad de Los Niños y Niñas de La Paz y siendo aprendiz de Diseñador Gráfico en la imprenta, adquirió la costumbre de salir desde temprano los domingos a caminar por la playa . . .  durante estos paseos fue que encontró sus dos primeras puntas de flecha completas de un  tamaño aproximado a 4 pulgadas de largo en perfecto estado, siendo que él no conocía este tipo de herramientas, únicamente en el museo y en los libros,  dichas puntas se las mostro a una de las personas encargadas del internado que en unos de sus viajes a Italia las llevo quedando estas en las manos de una persona que trabajaba en uno de los museos de aquel país, de las cuales no volvió a saber de ellas, a cambio esta persona a su regreso le obsequio un cuchillo tallado de marfil que trajo de áfrica, a partir de ese entonces nació en el la costumbre de cada vez que salía a caminar… buscar y coleccionar piezas líticas, encontrando casi en su totalidad piezas fraccionadas o quebradas y esporádicamente piezas completas, su perseverancia le llevo a juntar más de 40 piezas completas en perfecto estado las cuales dono en el 2012 al Museo de Antropología e Historia de Baja California Sur para su exposición junto con un molar de camello prehistórico que encontró frente al antiguo hotel Gran Baja.


 
Su labor creativa no concluyo con la entrega de esta colección, sino que al darse cuenta de que la mayoría de las puntas de lanza y flecha que se encontraba estaban partidas o quebradas tal vez por el uso que se les dio al ser arrojadas contra sus presas o a la hora de estar haciendo su percutido se le quebró al autor original de las mismas y en base a artículos publicados en libros por investigadores decidió realizar con la técnica de percutido algunas puntas de flecha que después de muchos intentos logro sus primeras replicas (por mencionarlas así pero en su caso son originales, por lo regular ninguna pieza es igual a la otra) durante varios años estuvo guardando estas piezas, no quedando satisfecho con esto empezó a fabricar también hachas, después le nació la inquietud de hacerlas de una manera más completa y comenzó a confeccionar arcos con sus flechas haciendo los amarres con cordel de pesca, pero esto tampoco le satisfacía y comenzó a investigar el tipo de amarres que los indios californios usaban, leyendo el algún libro que ellos hacían lasillos machando las raíz del cardón, choya, ocotillos y magueyes silvestres, tratando de simular esta técnica intento buscar la manera de hacer algo similar a los hallazgos en las excavaciones, incluso uso hoja de palma pero no le parecía bien, hasta que en una charla en internet con un coleccionista argentino este le dijo que en algunas culturas utilizaban la fibra de la hoja del plátano para vendar las heridas y en algunos caso los hilos de las hojas para hacer suturas craneales, que lo intentara de esta manera, así lo hizo logrando lasillos muy parecidos a los utilizados por los antiguos californios, confirmándolo después cuando se le permitió la entrada al laboratorio del Museo de Antropología e Historia de Baja California Sur para observar los lasillos que ahí conservaban de un faldellín pericué hecho con nudillos de carrizo de más de 700 años de antigüedad en cual se le solicito les elaborara con esta técnica para colocar en un maniquí de una mujer pericué  junto con un pectoral de concha de madreperla para su compañero.




 Ya logrado este paso comenzó confeccionar arcos completos con su flechas haciendo sus amarres con esta fibra de plátano poniendo mango a las hachas haciendo los amarres con esta fibra, logrando de esta manera piezas que envidiaría cualquier coleccionista de armas antiguas y así consiguió hacer su primera pequeña exposición durante el mes de mayo al mes de agosto de 2013 en Centro de Artes Tradiciones y Culturas Populares de Baja California sur.


 Casimiro Gardea Orozco presento esta serie de objetos con la finalidad de que las personas obtengan una imagen de cómo eran utilizados y la importancia que tenían para las culturas de los indígenas californios dedicados principalmente a la caza y recolección de frutos y semillas. Además esta piezas son concebidas por el autor como una artesanía diferente tal vez, pero no menos importante al ser hechos con enorme destreza y habilidad..
 
Reconocemos la constante labor de este artesano que nos ofrece una interesante visión de la cultura de los antiguos californios, esperando que hayan disfrutado de esta muestra del talento y creativad de este Sudcaliforniano por adopción.


EXPOSICION ARTE LITICO

DE SUDCALIFORNIA

CENTRO ARTES POPULARES
 
CENTRO DE ARTES POPULARES
DE BAJA CALIFORNIA SUR

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LA PAZ, BAJA CALIFORNIA SUR

EXPOSICIONARTEE LITICO DE SUDCALIFORNIA

HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.



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HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.
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HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA, CUCHILLOS,
ACCESORIOS, ETC.


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REPLICA DE FALDILLIN PERICUE
HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.

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HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.

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HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.

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HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.

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casimiro gardea orozco

CASIMIRO GARDEA OROZCO
EN LAS OFICINAS DE CANAL 8
PARA UNA ENTREVISTA
EN EL PROGRAMA CON SENTIDO

Hoy sus piezas están a la venta en:
 La Casa del Artesano Sudcaliforniano
Parque Cuauhtémoc   Bravo y Mutualismo Frente al Malecón

CASA DEL ARTESANO SUDCALIFORNIANO 005


 
 
 

 
 



 



 



 



 


 


































































































































































GRACIAS POR SU VISITA









CASIMIRO GARDEA OROZCO






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