viernes, 30 de enero de 2015

EL SOLDADO JAPONES QUE SE OCULTO Y SOBREVIVIO EN LA SELVA DE GUAM DURANTE 30 AÑOS

 

Hace mas de cuarenta años, el soldado japonés Shoichi Yokoi fue encontrado en las selvas de Guam, después de sobrevivir durante tres décadas tras el término de la Segunda Guerra Mundial. Japón lo recibió con los brazos abiertos, pero él nunca volvió a sentirse cómodo en la sociedad moderna.



Pero, incluso cuando fue descubierto por cazadores del lugar en la isla del Pacífico, el 24 de enero de 1972, el ex soldado, de 57 años, aún estaba convencido de que su vida corría peligro.




Intimidado por la vista de otros seres humanos después de tantos años de soledad, Yokoi trató de echarle mano a uno de los rifles de los cazadores.





Sin embargo, debilitado por largos años con una pobre alimentación, Yokoi fue fácilmente reducido por los hombres.
"Temía que lo hicieran prisionero, lo que era la gran vergüenza para un soldado japonés y su familia en Japón," dice Hatashin.

Mientras se lo llevaban a través de la alta vegetación de la selva, Yokoi iba gritando que lo mataran ahí mismo.

Utilizando las propias memorias de Yokoi, publicadas en japonés dos años después de que lo descubrieran, así como el testimonio de quienes lo encontraron ese día, Hatashin pasó años reconstruyendo las dramática historia de su tío.


Su libro, La vida y la guerra de Yokoi en Guam, 1944-1972, fue publicado en inglés en 2009.

Refugio subterráneo

La larga pesadilla de Yokoi había comenzado en julio de 1944, cuando las fuerzas armadas estadounidenses tomaron Guam como parte de su ofensiva contra los japoneses en el Pacífico.


Una de las trampas que Yokoi utilizaba para cazar anguilas.


















Los combates fueron intensos, con un alto número de víctimas en ambos lados.


Una vez que se interrumpió la línea de mando japonesa, Yokoi, y otros de su pelotón, quedaron librados a su propia iniciativa.


"Desde el comienzo, tomaron medidas extremas para que no los detectaran, hasta borraban sus huellas mientras se desplazaban por la maleza," afirma Hatashin.



En los primeros años, los soldados japoneses, pronto reducidos a unos seis o siete, capturaban y mataban ganado para alimentarse.



Por temor a que los detectaran las patrullas estadounidenses, al principio, y, después, los cazadores del lugar, poco a poco se fueron retirando hacia la profundidas de la selva.

Comían sapos venenosos, anguilas de río y ratas.


Yokoi fabricó una trampa con juncos para cazar anguilas. También se cavó un refugio subterráneo, sostenido por fuertes cañas de bambú.


"Era un hombre de muchos recursos," dice Hatashin.

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El hecho de mantenerse ocupado le ayudaba también a no pensar demasiado en su situación desmedrada o en su familia en Japón."
Regreso a Guam


Yokoi demuestra el uso del telar que se construyó en la selva.


















Las memorias de Yokoi en lo que se refiere a su tiempo escondido revelan su desesperación y su empeño por no perder la esperanza, especialmente en los últimos ocho años, cuando se había quedado totalmente solo.
Sus últimos dos compañeros de aventura no habían conseguido sobrevivir a las inundaciones de 1964.
En algún momento, al pensar en su anciana madre en Japón, escribe: "No tenía sentido causarme tanto dolor pensando en esas cosas."
Y, a propósito de otra ocasión, cuando se encontraba desesperadamente enfermo en la jungla, dice:"No! No puedo morir aquí! No puedo dejarle mi cadáver al enemigo. Debo morir en el agujero que me he cavado.

"Hasta ahora he logrado sobrevivir, pero todo se vuelve nada ahora."

Dos semanas después de su rescate en la selva, Yokoi volvió a casa, a una recepción de héroe.




La prensa lo asediaba, lo entrevistaron en radio y televisión y era invitado regularmente a hablar en universidades y escuelas de todo el país.
Hatashin, que tenía seis años cuando Yokoi se casó con su tía, dice que el ex soldado nunca pudo acostumbrarse a la vida moderna de Japón.
El enorme progreso económico de su país, tras la guerra, no le causaba ninguna impresión y, una vez, al ver un billete de 10.000 yenes, dijo que la moneda había perdido todo su valor.
Según Hatashin, su tío entró en un proceso progresivo de nostalgia a medida que envejecía y, antes de su muerte, en 1997, regresó a Guam en varias oportunidades con su esposa.


Algunas de sus principales posesiones de aquellos años en la selva, incluyendo sus trampas para anguilas, todavía se hallan en exposición en un pequeño museo de la isla.

Aspecto de la cueva donde vivió Shoichi Yokoi
Agujero por el que se entraba en la cueva de Shoichi Yokoi


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Isla de Guam, una tranquila mañana el 24 de enero de 1972, unos cazadores estaban buscando rastros de un jabalí de agua cerca de la desembocadura del rió Talofofo, situado al sur de la isla más grande del archipiélago de las marianas.

Era una típica mañana en aquellas evocadoras playas, la belleza tropical ocultaba el trágico y violento pasado de Guam y Tinian, otra isla del archipiélago que en la segunda guerra mundial fue escenario de crueles batallas aeronavales, ahora todo era paz y quietud, por lo menos era lo que pensaban los nativos, de pronto, escucharon ruidos entre los espesos cañaverales y aguardaron a cubierto.



Su sorpresa fue tremenda cuando vieron acercarse a un hombre de aspecto algo peculiar, algo viejo y barbado y de rasgos decididamente orientales, cargando con el una especie de jaula para cangrejos, como el aspecto del sujeto era demasiado extraño, los naturales decidieron salir a su encuentro a corta distancia.

Luego de un pequeño forcejeo, el extraño se dio cuenta que no tenia escapatoria, y en base a señas y un idioma desconocido para los isleños, les dio a entender que no era de peligro, fue llevado con la policía y finalmente una asombrosa historia fue revelada...


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SHOICHI YOKOI ¿Ya acabo la guerra?


El sargento del intendencia del ejercito japonés Shoichi Yokoi, de oficio sastre antes de la guerra, estaba destacado en la isla de Guam, cuando esta fue atacada por la marina estaunidense en julio de 1944, a pesar de la fiera resistencia de la guarnición japonesa, pronto toda resistencia organizada ceso, aunque pequeños grupos de soldados siguieron haciendo guerra de guerrillas por algún tiempo, aprovechando para ocultarse el mismo interior de la isla, con jungla de un espesor que los mismos nativos de la isla califican de muy difícil de penetrar.




El Sgto. Yokoi y un reducido grupo de hombres se interno en la selva, mas para evitar la deshonra de capitular que por otra cosa, internándose cada vez mas profundamente conforme los marines efectuaban operaciones de limpieza para eliminar cualquier foco de resistencia, la isla seria usada como base para los B-29 que bombardearon posteriormente Japón.



Pasaron los meses y luego los años, los camaradas de Yokoi fueron muriendo por enfermedad o fueron materialmente cazados por la infantería de marina norteamericana y luego por las patrullas de la policía nativa de Guam, poco a poco Yokoi y sus amigos perdían las esperanzas, pero al mismo tiempo su deseo de vivir los impulsaba a continuar.

Yokoi se fue alejando de aquellos de sus camaradas cuyo comportamiento considero poco juicioso, hasta que quedo completamente solo, construyo a lo largo de los años una cueva a la que doto de espacio para una chimenea(cuyo humo disimulaba por medio de un ingenioso filtro hecho basándose en fibras de cocotero), cama y todas las comodidades que pudo confeccionarse por medio de la naturaleza, .

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Por ejemplo, cuando su uniforme y ropas se desintegraron por la humedad y el uso, el se confecciono nuevas usando las fibras de cocoteros y otros árboles nativos de Guam, también hizo cobijas, hamacas y hasta calzado de la misma forma.

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Aunque tuvo que vérselas casi sin armas (solo conservo un sable), aprendió a poner trampas para animales pequeños, a pescar y completo su dieta con mangos, cocos y otros frutos de la misma selva.



Así transcurrieron años, aunque ya en 1952 el encontró propaganda que instaba a cualquier rezagado japonés a entregarse pues Japón y Estados Unidos eran ahora aliados, una mezcla de desconfianza y terquedad le hicieron no hacer caso de aquellos volantes.

Al momento de su captura, el sargento Yokoi , para alguien de 57 años estaba en mucha mejor condición física que el promedio de gente de su edad.

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Fue repatriado a el Japón donde se le dio tratamiento de héroe, pasando a formar parte de la leyenda de los “San Ryu Scha”

El Sgto. SHOICHI YOKOI murió a los 82 años de edad en Japón.





Hace 38 años, el 24 de enero de 1972, dos habitantes de la isla de Guam descubrieron a Shoichi Yokoi, un soldado japonés que llevaba escondido en la selva ... 28 años... El soldado contaba con 56 años de edad, se le veía flaco pero con un aspecto saludable e iba vestido con un uniforme hecho por él mismo a partir de fibras de hibisco. Según divisó a los dos visitantes, los atacó con una red de pesca, pero se las arreglaron para capturarlo y llevarlo a la comisaría de policía...
Su historia se hizo famosa en todo el mundo y se convirtió en uno de los personajes más famosos de Japón. Cuando fue reclutado en el Ejército Imperial Japonés en 1941, Shoichi Yokoi fue preparado para ser sastre de las Fuerzas Armadas. Formaba parte de la 29 División de Infantería de Manchuria hasta que en 1943 llegó a Guam, con rango de Sargento.
El 21 de julio de 1944, en la batalla que siguió al desembarco de las tropas estadounidenses en Guam, la unidad de Shoichi Yokoi fue aniquilada. Se las arregló para sobrevivir, pero estuvo casi todo el tiempo sólo, dispuesto a no rendirse y refugiado en la Selva. Cuando regresó a casa, explicó:
´´A los soldados japoneses se nos ha enseñado que es mejor la muerte a la deshonra de ser capturado con vida´´. Fue dado oficialmente como muerto en septiembre de 1944...
Tuvo los conocimientos necesarios y una fuerza mental increíble parar vivir en la selva durante 28 años, esperando el regreso del ejército japonés. Al principio, vivía junto con otros dos soldados en un agujero que cavó en la tierra consolidado con paredes de bambú. Después de varios meses, y dado que la comida se está acabando, los otros dos soldados se marcharon a otro lugar, aunque no perdieron el contacto entre ellos. Sin embargo, a los 8 años, los descubrió muertos, probablemente de hambre...

En 1952, Shoichi Yokoi encontró casualmente unos folletos y periódicos en los que se podía leer que la guerra había terminado, pero pensó que era sólo propaganda de guerra estadounidense y permaneció oculto en la selva.
Shoichi Yokoi no fue el único que vivió tantos años en la selva. En 1960, otros dos soldados japoneses, Minagawa y Si Ito, fueron encontrados y repatriados a Japón...
Después de ser repatriado, Shoichi Yokoi se convirtió en un héroe nacional en su país, y cuando fue a visitar su pueblo natal, su llegada fue televisada y miles de japoneses le dieron la bienvenida alineados a lo largo de la carretera enarbolando banderas a su paso...
Nuestro personaje se casó varios meses después de su regreso, escribió un libro sobre sus experiencias en Guam, apareció regularmente en la televisión y en 1974 incluso se postuló para el Parlamento...
En 1981, su sueño se hizo realidad y se le concedió una audiencia con el emperador Hirohito. La reunión fue el honor más grande de su vida y declaró al emperador: ´´Su Majestad, he regresado a casa. Lamento profundamente que no haya podido servirle bien. El mundo ha cambiado, pero mi determinación de servirle a usted nunca cambiará ´´.
Vivió una vida sencilla, y nos dejó frases como esta: ´´No puedo entender por qué las ciudades queman la comida sobrante. Mi familia no produce basura. Comemos cada último bocado de comida y los alimentos que ya no son comestibles se utilizan como abono en mi jardín´´.


Shoichi Yokoi falleció de un ataque al corazón en 1997, a la edad de 82 años. Es una historia increíblemente dramática acerca de la supervivencia. Pero aún más impresionante que la historia en sí es su forma de pensar: ´´Seguí viviendo por el bien del emperador y el espíritu japonés´´...

El hogar de Shoichi Yokoi


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Dos años despues, en el archipiélago filipino, una historia igual de asombrosa seria igualmente revelada...


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A principios de los años 60, una expedición integrada por técnicos y funcionarios de la embajada japonesa en Las Filipinas llego a la lejana isla de Lubang, durante mas de 15 días esparcieron propaganda en octavillas y mediante potentes megáfonos dirigidos hacia la espesa jungla del interior de la isla repitieron las mismas frases...


¡Teniente Onoda!, ¡Teniente Onoda!, este es un mensaje del gobierno japonés, la guerra ha concluido, Japón y Estados Unidos ya no son enemigos, por favor deponga las armas...

El teniente Hiroo Onoda fue declarado oficialmente perdido en acción luego de esos infructuosos esfuerzos...

pero :


Hiroo Onoda, ¿Me puedo rendir?

El teniente Hiroo Onoda, de oficio oficinista antes de la guerra, fue destacado a la isla de LUbang en diciembre de 1944, con un pequeño destacamento de tropas con la misión de proteger la pista de aterrizaje y obstaculizar de toda forma posible a las fuerzas norteamericanas mediante la guerra de guerrillas, tarea en la que Onoda y sus hombres habían sido entrenados.

El destacamento de Onoda se vio reducido a el y otros tres soldados luego de los combates con los norteamericanos, el joven teniente decidió ocultarse en las montañas de la isla para reorganizarse, sus municiones y pertrechos habían sido convenientemente ocultados y podían durar años hostigando al enemigo.

Onoda y sus hombres permanecieron ocultos en las montañas, sus incursiones tomaron fama de ser obra de fantasmas, llevaban una vida de nómadas, de cuando en cuando bajaban de las montañas y "confiscaban" alguna cosa, atacaban alguna instalación que diera la apariencia de ser estratégica o simplemente husmeaban.

En 1950, uno de los tres soldados que acompañaban a Onoda fue herido y capturado por tropas filipinas, notas que luego firmo en las que conminaba a Onoda y los otros a que se rindieran fueron tomadas por ellos como trucos para una emboscada, no hay que olvidar que ellos fueron entrenados para desconfiar.

En 1953, otro de los camaradas de Onoda fue muerto por una patrulla filipina.

Años después, los intentos por hacerlos rendirse tuvieron el mismo resultado, mensajes firmados por sus familiares fueron tomados por patrañas hechas por impostores, ellos siguieron en guerra.

Aprendieron a vivir de la naturaleza, como se subrayo anteriormente, tenían que andar de un lugar para otro pues eran buscados por las patrullas filipinas, llegaron a desarrollar el camuflaje de una forma increíble, su alimentación se componía de pequeños roedores, aves silvestres, peces, toda la gama de frutos de Lugang que incluye bananas(plátanos), mangos, cocos etc. asi como ocasionales "requisiciones" durante sus batidas al descender de la montaña.

En 1972, el soldado Kinshichi Kozuka, el ultimo camarada que le quedaba a Onoda, fue muerto en otro encuentro con la policía militar filipina, ahora Onoda estaba solo, el decidió que moriría luchando, haciendo caso omiso de las octavillas y aviones con megáfonos que volvieron a aparecer conminando a deponer las armas.


En febrero de 1974, un estudiante japonés llamado Norio Suzuki una especie de vagabundo que se había hecho el propósito de ubicar al teniente Onoda, finalmente tuvo éxito al localizarlo luego de semanas de búsqueda, se presento ante el desconfiado Onoda y lo convenció de que se rendiría si recibía ordenes, el inmediato superior de Onoda, el mayor Taniguchi fue ubicado en Japón y las ordenes respectivas fueron redactadas y depositadas en un lugar convenido por Onoda el nueve de marzo de 1974.

Ese dia... termino la segunda guerra mundial.

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El soldado japonés Hiroo Onoda (centro) cuando fue descubierto en Filipinas en 1974. Afp
EFE Tokio Actualizado: 17/01/2014 08:34 horas El ex teniente japonés Hiroo Onoda, que vivió escondido en las selva de Filipinas durante tres décadas sin saber que la II Guerra Mundial había terminado, ha fallecido en Tokio a los 91 años, según ha informado la cadena pública NHK. 

 
El teniente Onoda se rindió ante las autoridades filipinas, entregando su sable y su rifle, así como un arsenal ciertamente abundante, todo había terminado.

  El entonces presidente de Filipinas, Ferdinando Marcos (quien fue un antiguo guerrillero contra la ocupación japonesa), le otorgo un perdón por cualquier acción cometida por Onoda y sus hombres. El teniente Onoda regreso al Japon, donde escribió sus memorias.



Se caso y luego por veinte años se fue a radicar a Brasil, donde tuvo una granja ganadera, (readaptación de la jungla), hasta donde tengo entendido, actualmente vive en Japón. 


Ambos casos nos presentan como lecciones que el hombre sin importar la situación en que se encuentre, pueden sobrevivir si se lo propone, cuando al Sgto. Yokoi se le pregunto a que le atribuía el que sus demás compañeros hubiesen muerto y el no, él contesto, "ellos estaban listos para morir, yo no."

A la fecha las lecciones que los “San Ryu Scha” nos han legado son ejemplo en las escuelas de supervivencia de las fuerzas armadas de varios países.



ORIGEN DE LAS PUNTAS DE FLECHA

En los yacimientos prehistóricos de mayor antigüedad se han encontrado numerosas puntas de flecha de pedernal hábilmente talladas. Ya en estos primeros ejemplares aparece la punta de flecha con forma triangular, que se ha conservado desde entonces. El uso del arco parece remontarse en Europa a una época muy lejana, a la del Edad del Reno. En alguna estación lacustre se han encontrado restos de arcos de madera pertenecientes a la época neolítica.

 

Los tipos de flechas prehistóricas son muy numerosos: unos tienen la forma de almendra, otros la forma de hoja de laurel o de olivo, otras son triangulares o romboidales. En su base suelen presentar un semicírculo o bien dos puntas. Algunas de estas puntas de pedernal o cristal de roca se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de España.

Los egipcios, que, como es sabido, eran excelentes arqueros, usaban flechas con el asta de madera y la punta de bronce, generalmente de forma triangular. Para la caza, se servían de flechas con puntas de madera o de pequeños dardos con triple punta de pedernal sujeta al asta por medio de un mástil negro. Las flechas egipcias tenían, por el lado opuesto, tres plumas para estabilizar el movimiento del arma durante el vuelo. En los monumentos que se conservan se presenta a los guerreros provistos de carcajes ricamente decorados. Los carros de guerra llevan siempre al costado un carcaj.


Según se puede apreciar en los bajorrelieves asirios, las flechas orientales eran del mismo tipo que las egipcias. La punta en forma de hoja de laurel debía ser de bronce, el asta es bastante larga y lleva sujetas al extremo unas plumas. Los arqueros llevan revestido el antebrazo de una especie de manguito, que debía ser de cuero, para evitar el roce de la cuerda. También nos informa Heródoto que los antiguos orientales, en especial los partos, eran muy hábiles en el manejo de la flecha. También parece que era un arma terrible en manos de los etíopes, que no llevaban carcaj, sino que colocaban las flechas sobre una especie de casquete con que se cubrían la cabeza. Los escitas y los númidas tenían la habilidad de lanzar sus flechas indistintamente con la mano derecha o la izquierda.

Los griegos no fueron tan buenos tiradores de flechas como los orientales. Sin embargo, debieron copiar de éstos el arma. La flecha griega medía unos 60 cm, el asta era de madera muy ligera y la punta metálica, simple o barbada, generalmente trilobulada. El apéndice de las plumas era idéntico al de los orientales. El carcaj griego contenía de 12 a 20 flechas y lo llevaban al costado izquierdo, guardando también en él algunas veces el arco. Los tiradores griegos acostumbraban a hincar en tierra una rodilla, tal y como lo atestiguan los monumentos que conocemos, y entre ellos el frontón del templo de Egina. Los cretenses tenían fama de diestros en el manejo del arco desde los tiempos de Homero, y en una época bastante avanzada de la Historia constituyeron un cuerpo especial del ejército griego.
Los germanos no parece que utilizaran la flecha más que para la caza. Sin embargo, los celtas y galos la emplearon como un arma de guerra. Los hunos usaban unas flechas de cuero indistintamente para la caza o para la guerra.
En cuanto a la Edad Media, los monumentos que conocemos sirven de testimonio del uso de la flecha como arma de primera importancia entre la infantería de los primeros tiempos. Sabemos que por el siglo XII el arquero llevaba dos carcajes de cuero: uno para las flechas y otro para el arco. Los hierros de las flechas eran semejantes a los de las saetas de las ballestas; es decir, que tenían dos, tres y hasta cuatro puntas y rara vez barbadas como en la antigüedad. En cuanto a la longitud del asta, guardaba relación con la mayor o menor rigidez del arco, así como la estatura del arquero.
Los afamados arqueros ingleses, que se decía tiraban 12 flechas en un minuto hasta 220 m de distancia, llevaban un arco de su misma estatura y flechas de 90 cm de longitud.

Hasta el siglo XIV parece que los hierros de las flechas usados en Francia ofrecían en su base una parte hueca para sujetarlos al asta, y desde esa época el hierro se hizo más estrecho y ofrecía cuatro puntas caídas. La aparición de las armas de fuego desterró por completo en Europa el empleo de la flecha.




En América, Asia, África y Oceanía, la flecha se usó desde tiempos muy antiguos y todavía se utiliza por algunas tribus. Las flechas envenenadas con jugo de plantas o venenos de animal han servido de arma de guerra en América, India y a lo largo de las costas desde Arabia hasta China.



Una punta de flecha es una punta, por lo general afilada, sumada a una flecha para que su uso sea más mortífero o para cumplir algún propósito especial. Históricamente, las puntas de flecha eran de piedra y de materiales orgánicos; conforme la civilización humana avanzaba otros materiales fueron utilizados. Las puntas de flecha son importantes piezas arqueológicas y una subclase de punta lítica.



En la edad de piedra, la gente usaba huesos afilados, piedras talladas, escamas (lascas) y trozos de roca como armas y herramientas. Tales artículos se mantuvieron en uso a lo largo de la civilización humana, junto con los nuevos materiales utilizados con el paso del tiempo. 



Como artefactos arqueológicos tales objetos son clasificados como puntas líticas, sin especificar si eran para ser proyectadas por un arco o por otros medios de lanzamiento.

Tales artefactos se pueden encontrar en todo el mundo. Las que han sobrevivido están hechas, generalmente, de piedra, sobre todo de sílex, obsidiana o chaillé, pero en muchas excavaciones se encuentran puntas de flecha de hueso, madera y metal.

 

En agosto de 2010, un informe sobre las puntas líticas de piedra, que datan de hace 64 000 años, excavadas de las capas de sedimentos antiguos en Sibudu Cave, Sudáfrica, por un equipo de científicos de la Universidad de Witwatersrand, fue publicado. Los exámenes dirigidos por un equipo de la Universidad de Johannesburgo encontraron rastros de residuos de sangre y hueso, y adhesivo hecho de una resina a base de plantas usado para sujetar la punta a una varilla de madera. Esto indicó "el comportamiento exigente cognitivo" necesario para fabricar pegamento.
 

"La caza con arco y flecha requiere múltiples etapas complejas de planificación, recolección de material, herramienta de preparación e implica una serie de innovadoras habilidades sociales y comunicativas".



Diseño

La punta de flecha se une al eje (astil) de la flecha para ser disparada con un arco; el mismo tipo de puntas líticas pueden estar unidos a las lanzas y ser arrojadas por medio de un átlatl (lanzadardos).

 

La punta de flecha o punta lítica es la parte funcional primaria de la flecha, y juega el papel más importante en la determinación de su propósito. Algunas flechas simplemente utilizan una punta afilada del mismo astil, pero es mucho más común separar las puntas de flecha hechas, por lo general, de metal, cuerno, o algún otro material duro.


Las puntas de flecha pueden estar unidas al astil con una tapa, una espiga a zócalos, o insertarse en una ranura del astil y mantenerse fija mediante un proceso llamado enmangamiento.



 

ARTESANIAS LITICAS DE SUDCALIFORNIA

ARTESANO CASIMIRO GARDEA OROZCO
La cultura de los pueblos que habitaron la península siempre ha causado un gran interés para los antropólogos y arqueólogos, también ha despertado el interés de la sociedad  que busca conocer y comprender el cómo vivían y concebían su espacio geográfico.

Gracias a los escritos de los misioneros Jesuitas y Dominicos principalmente, nos ha llegado información acerca de su modo de vestir, alimentación y algunas de sus costumbres, aunque hay que señalar siempre con el sesgo característico de una cultura totalmente diferente. Fue en los últimos dos siglos (1800-2000) principalmente, cuando los investigaciones y reflexiones acerca de las culturas indígenas que habitaron la península dieron como resultado un mayor interés de la población por conocer y comprender de una manera más objetiva, estas culturas que lograron con el paso de los siglos adaptarse a un medio hostil.

Esta fascinación despertada ante el hallazgo de algunas puntas de flecha en 1977 en sus paseos por las cercanías de la ciudad de La Paz, especialmente durante sus caminatas por la playa El Conchalito, hace ya más de 35 años motivo en Casimiro Gardea Orozco, nacido en la Cd. de Chihuahua, Chih. Y avecindado en esta ciudad desde 1975, siendo sobreviviente del Ciclón Liza en 1976, por esta causa estando el internado en La ciudad de Los Niños y Niñas de La Paz y siendo aprendiz de Diseñador Gráfico en la imprenta, adquirió la costumbre de salir desde temprano los domingos a caminar por la playa . . .  durante estos paseos fue que encontró sus dos primeras puntas de flecha completas de un  tamaño aproximado a 4 pulgadas de largo en perfecto estado, siendo que él no conocía este tipo de herramientas, únicamente en el museo y en los libros,  dichas puntas se las mostro a una de las personas encargadas del internado que en unos de sus viajes a Italia las llevo quedando estas en las manos de una persona que trabajaba en uno de los museos de aquel país, de las cuales no volvió a saber de ellas, a cambio esta persona a su regreso le obsequio un cuchillo tallado de marfil que trajo de áfrica, a partir de ese entonces nació en el la costumbre de cada vez que salía a caminar… buscar y coleccionar piezas líticas, encontrando casi en su totalidad piezas fraccionadas o quebradas y esporádicamente piezas completas, su perseverancia le llevo a juntar más de 40 piezas completas en perfecto estado las cuales dono en el 2012 al Museo de Antropología e Historia de Baja California Sur para su exposición junto con un molar de camello prehistórico que encontró frente al antiguo hotel Gran Baja.
Su labor creativa no concluyo con la entrega de esta colección, sino que al darse cuenta de que la mayoría de las puntas de lanza y flecha que se encontraba estaban partidas o quebradas tal vez por el uso que se les dio al ser arrojadas contra sus presas o a la hora de estar haciendo su percutido se le quebró al autor original de las mismas y en base a artículos publicados en libros por investigadores decidió realizar con la técnica de percutido algunas puntas de flecha que después de muchos intentos logro sus primeras replicas (por mencionarlas así pero en su caso son originales, por lo regular ninguna pieza es igual a la otra) durante varios años estuvo guardando estas piezas, no quedando satisfecho con esto empezó a fabricar también hachas, después le nació la inquietud de hacerlas de una manera más completa y comenzó a confeccionar arcos con sus flechas haciendo los amarres con cordel de pesca, pero esto tampoco le satisfacía y comenzó a investigar el tipo de amarres que los indios californios usaban, leyendo el algún libro que ellos hacían lasillos machando las raíz del cardón, choya, ocotillos y magueyes silvestres, tratando de simular esta técnica intento buscar la manera de hacer algo similar a los hallazgos en las excavaciones, incluso uso hoja de palma pero no le parecía bien, hasta que en una charla en internet con un coleccionista argentino este le dijo que en algunas culturas utilizaban la fibra de la hoja del plátano para vendar las heridas y en algunos caso los hilos de las hojas para hacer suturas craneales, que lo intentara de esta manera, así lo hizo logrando lasillos muy parecidos a los utilizados por los antiguos californios, confirmándolo después cuando se le permitió la entrada al laboratorio del Museo de Antropología e Historia de Baja California Sur para observar los lasillos que ahí conservaban de un faldellín pericué hecho con nudillos de carrizo de más de 700 años de antigüedad en cual se le solicito les elaborara con esta técnica para colocar en un maniquí de una mujer pericué  junto con un pectoral de concha de madreperla para su compañero.
 Ya logrado este paso comenzó confeccionar arcos completos con su flechas haciendo sus amarres con esta fibra de plátano poniendo mango a las hachas haciendo los amarres con esta fibra, logrando de esta manera piezas que envidiaría cualquier coleccionista de armas antiguas y así consiguió hacer su primera pequeña exposición durante el mes de mayo al mes de agosto de 2013 en Centro de Artes Tradiciones y Culturas Populares de Baja California sur.
 Casimiro Gardea Orozco presento esta serie de objetos con la finalidad de que las personas obtengan una imagen de cómo eran utilizados y la importancia que tenían para las culturas de los indígenas californios dedicados principalmente a la caza y recolección de frutos y semillas. Además esta piezas son concebidas por el autor como una artesanía diferente tal vez, pero no menos importante al ser hechos con enorme destreza y habilidad..
 
Reconocemos la constante labor de este artesano que nos ofrece una interesante visión de la cultura de los antiguos californios, esperando que hayan disfrutado de esta muestra del talento y creativad de este Sudcaliforniano por adopción.

EXPOSICION ARTE LITICO

DE SUDCALIFORNIA

CENTRO ARTES POPULARES
CENTRO DE ARTES POPULARES
DE BAJA CALIFORNIA SUR
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LA PAZ, BAJA CALIFORNIA SUR
EXPOSICIONARTEE LITICO DE SUDCALIFORNIA
HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.
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HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.
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HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA, CUCHILLOS,
ACCESORIOS, ETC.
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REPLICA DE FALDILLIN PERICUE
HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.
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HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.
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HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.
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HACHAS,  ARPONES, PUNTAS DE FLECHA,
CUCHILLOS, ACCESORIOS, ETC.
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casimiro gardea orozco
CASIMIRO GARDEA OROZCO
EN LAS OFICINAS DE CANAL 8
PARA UNA ENTREVISTA
EN EL PROGRAMA CON SENTIDO
Hoy sus piezas están a la venta en:
 La Casa del Artesano Sudcaliforniano
Parque Cuauhtémoc   Bravo y Mutualismo Frente al Malecón
CASA DEL ARTESANO SUDCALIFORNIANO 005
 
 

 
 

 

 

 

 


 























































GRACIAS POR SU VISITA




CASIMIRO GARDEA OROZCO

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